29 de junio de 2011

El comienzo


En una noche tormentosa, el sanguinario conde Muñazán se encontró con una cabaña en medio del bosque. Allí vio a una hermosa joven, la huérfana de San Antolín, que rezaba pidiendo la vuelta de su prometido que se encontraba luchando contra los musulmanes. El conde, en un arrebato de deseo, se abalanzó sobre la chica pero ésta consiguió huir al bosque. Él salió tras ella pero un relámpago lo cegó perdiéndola así de vista, repleto de furia se alejó del lugar jurando vengarse.
Un tiempo después, Muñazán recordó su promesa y volvió a la zona en la que se ubicaba la choza. Una vez allí y a través de una de sus ventanas pudo ver a los jóvenes enamorados unidos al fin. Lleno de rabia disparó un dardo con el que mató a la huérfana y antes de que su amado pudiera socorrerla cayó muerto también.
Una vez desapareció su ira, el conde se dio cuenta de que no tenía ningún motivo para lo que acababa de hacer ya que la pareja no le había hecho nada. Asustado, huyó del lugar y decidió destinar todo su patrimonio a la construcción de un monasterio en el mismo lugar en el que se encontraba la cabaña.

Esta es una de las leyendas que explican el origen del monasterio de San Antolín de Bedón (Naves de Llanes, Asturias). Otra un poco menos truculenta es aquella que cuenta que dicho conde perseguía un animal por esos montes con el fin de darle caza. La pieza se escondió en una cueva que nadie conocía y Muñazán la siguió. Allí se encontró con una imagen de San Antolín iluminada por una luz misteriosa y, al igual que ocurre en otros muchos relatos, lo tomó como una señal y mandó construir un monasterio en el mismo lugar.
Según Fernando Carrera, se sabe que el convento estaba habitado en 1174 y en 1205 se empezó la iglesia. Por diversos motivos en los que no me voy a detener, el monasterio se unió al de Celorio haciendo que el primero pasara a ser priorato y a ser atendido por un monje que oficiaba las misas de Rales, San Martín y Naves. Sin embargo, sus habitantes querían la independencia parroquial por lo que años más tarde acabarían desligándose.
A principios del siglo XIX se fundó la capilla de Santa Ana (hoy la iglesia de Naves) a donde se trasladó la parroquia de San Antolín. ¿Cuáles fueron las consecuencias de esto? El abandono total del antiguo monasterio del que actualmente no queda nada, ya que las casas que rodean la iglesia son posteriores. Parece ser que desde ese entonces el templo lucha por no verse reducido a polvo porque han sido múltiples las intervenciones que se han tenido que llevar a cabo para que tal cosa no suceda. Incluso la iglesia fue cedida a los vecinos de Naves para que con sus materiales se reformara la iglesia que está en el pueblo, pero gracias a Dios esta decisión se canceló y se dejó a los navizos sin derechos sobre la iglesia, a no ser que sea para repararla.
(Fuente: Llanes y su concejo, de Fernando Carrera)

Me imagino que a estas alturas de la entrada os estaréis preguntando para qué os he soltado todo este rollo. Lo he hecho porque creo que ha llegado la hora de que hagamos algo contra el despropósito que está sufriendo este monumento.
Hace cosa de tres o cuatro meses fueron publicados varios artículos en el periódico La Nueva España en los que se denunciaba el abandono que se percibe en el lugar. Así que estas vacaciones aproveché una de las treguas que nos dio la lluvia para acercarme al monasterio, cámara en mano, y comprobarlo por mí misma. Y es mucho peor de lo que me imaginaba.
Lo primero que me encontré fue una enorme mancha de pintura blanca en la fachada frontal del edificio que alguien, no se sabe quién, esparció con el fin de tapar un grafiti y sin preocuparse mucho por los chorretones que caían sobre la piedra.


Al ver esta locura y tras leer los artículos del periódico pensé que ahora el templo estaría cerrado bajo llave pero imagináos mi cara de sorpresa cuando una amiga que me acompañaba empujó la puerta para comprobarlo y ésta se abrió de par en par. Y allí estaba lo peor: ya no son solo las pintadas sino también los excrementos de caballo que hay en el interior del templo (sí, habéis leído bien) y las humedades que hay en cada una de sus esquinas (tanto en el interior como en el exterior).


A todo esto hay que sumarle el estado totalmente descuidado del entorno:


¿Qué pensarán los turistas que se acercan al Bedón para contemplar el monasterio que anuncian todas las guías y en el que se da la bienvenida con una gran placa de bronce? Todas las instituciones esquivan las responsabilidades y nadie quiere hacerse cargo. Mientras tanto el monasterio se muere de pena y poco a poco se va apagando.
Creo que ya va siendo hora de que hagamos algo.

(Publicado originariamente en el blog Retazos)

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